Son sustitutos artificiales de la raíz de un diente perdido. Especialistas indican que es el modo más confortable y seguro para reemplazar piezas dentarias.
La implantología permitió un giro radical en la terapéutica odontológica.
Antes de los implantes, cuando faltaban dientes se realizaban otras prácticas que, en muchos casos, ofrecían resultados antiestéticos, inestables o poco confortables.
“Un implante dental es como un pequeño tornillo, por lo general de titanio, que se une al hueso de la mandíbula o del maxilar para formar lo que será un medio de retención para uno o varios dientes postizos. También, se usa para fijar mejor una dentadura completa, tal como lo hace la raíz con los dientes. La diferencia es que un implante es artificial”, explica José D’Itria, odontólogo, docente y presidente de la Asociación Civil Odontológica Córdoba (AOC).
► Ver también : IMPLANTOLOGÍA : Uso de Profilaxis Antibiótica en Implantes Dentales
Los implantes dentales son de dióxido de titanio, un material muy biocompatible que, a diferencia de lo que muchas personas creen, no produce rechazo y que es capaz de unirse íntimamente al tejido óseo luego de un período de tiempo.
“Es sumamente resistente, lo que le permite, en condiciones normales, soportar las fuerzas masticatorias sin separarse del tejido óseo”, agrega D’Itria.
Antes de los implantes dentales (y en ocasiones aún por estos días) cuando faltaban dientes en la boca, se realizaban otras prácticas tales como el desgaste de los dientes vecinos al diente ausente (muchas veces, esos dientes vecinos son piezas sanas) para poder tomarse de ellos y así reemplazar a los perdidos.
O bien, se reponen los dientes faltantes con prótesis removibles con ganchos que el paciente debe retirar a diario para su higiene.
“En muchos casos estas prótesis dan como resultado una apariencia antiestética, pueden ser inestable, incómodas e inseguras”, describe D’Itria y agrega que es necesario “empatizar con el paciente en su alta disconformidad”.
lavoz.com.ar
Disqus comments